Los jóvenes de Fasta se nuclean alrededor de centros llamados "rucas" -que en araucano significa "casa"- en referencia al espacio de vida común y amistad.
El joven miliciano es alegre, sereno, viril y esperanzado. Se lanza al servicio de los más grandes ideales: Dios, la Iglesia y la patria. Entrega su amor a lo heroico y lo difícil, y en el sacrificio -que es siempre ascensión- junto a quienes aman las mismas cosas, encuentra la amistad.
Campamentos, torneos deportivos, juegos, marchas, fogones, y todo tipo de actividades organizadas y dirigidas desde la creatividad y la responsabilidad de los mismos jóvenes conforman el universo de la Organización Juvenil de Fasta. Y entonando cantos a través de los paisajes de cada país en actividades locales, regionales, nacionales e internacionales, proyectan la amistad más allá de las fronteras.
Con un estilo propio templado por el honor y la alegría, se participan los objetivos de la institución: la formación integral, el crecimiento en la fe y en la interioridad, la superación de sí mismo, el amor al prójimo, la vida virtuosa, el amor a la patria, el servicio a la comunidad y la evangelización de la familia y la cultura, encausando la tendencia natural juvenil de entregar su vida desinteresadamente al servicio de nobles causas y altos ideales.
Los jóvenes de Fasta, llegada la etapa universitaria, además de dirigir la Organización Juvenil, comparten actividades donde prima la labor intelectual, con el afán de convertirse en peritos en la res pública, valiéndose de la experiencia organizativa y dirigencial de toda su juventud. Al final de la etapa juvenil, el proceso formativo se entrelaza con el descubrimiento de la vocación personal y la asunción de las responsabilidades adultas.